Ya no habrá
más dulces buenos días,
ni dulces besos
entre las adormiladas sábanas.
Ya no habrá más promesas
de un nuevo día,
con tus buenas noches susurradas.
Ya no habrá más pelo glorioso
enredado en mis dedos,
ni más suspiros de almohadas
como cuando las descabalgabas.
No habrá caricias aladas,
ni vuelos acrobáticos
pegados al cielo,
ni un reguero de rosas
camino del agua.
Ni el olor de tu ropa
que guardo escondida,
permanecerá más allá
de que la luna se vaya.
Hoy entorno la triste puerta
de mi alma cansada
y lloro en silencio,
porque yo también
perdí mi Granada.
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