sometido a la nada
desnudo en el vacío.
Dedico unos instantes,
los que preceden al pánico,
a considerar si estoy despierto
o simplemente habito
en un cuerpo dormido.
Dedico unos instantes
tangibles como campanadas
a descubrir las razones
que justifican mi nombre.
A describir las ventanas
que muestran mi muestrario
de quejas y dolores.
Al final recurro
como siempre al milagro
que descubro a mi diestra:
Una ondulada cadera
inverosímilmente cierta
que convoca a los soles
por encima del agua.
Nado guardando la ropa
de mi soledad al nicho
que existe entre tus pechos.
Me acurruco allí caliente
y le pido a la vida.
Y le rezo a la vida
para que nunca me faltes
al comenzar la mañana,
para que nunca me faltes
cuando despierto en la nada.
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